San Fermín, una de nuestras fiestas más internacionales


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Como amante de los eventos multitudinarios, culturales y de los toros, no podía faltar a una de nuestras fiestas más internacionales, gracias, entre otras cosas, a la difusión que hizo el
escritor estadounidense Ernest Hemingway a través de su libro “Fiesta”, “Los sanfermines”. 

Después de muchos años intentándolo, por fin llegó el día de acudir. Un viaje de ida y vuelta, quizás algo breve, pero que sin embargo me ha permitido saborear parte de la esencia de esta festividad y que sin duda ha aumentado aun más mis ganas de volver en los próximos años.

Gente, gente y más gente, todos vestidos de blanco y rojo, ya fuesen autóctonos, de otros puntos de la península o provenientes del extranjero. Algo que ya para empezar te pone los pelos de punta.

Durante nueve días muchas son las actividades que se desarrollan: las charangas, las comparsas y las peñas recorren el casco antiguo animando las fiestas a los visitantes y autóctonos, las ferias con sus atracciones, las actividades para los niños, los fuegos artificiales, los conciertos… Sin embargo, el evento estrella son los encierros.

5 minutos antes de las 8 de la mañana, muchos son los corredores que en la cuesta de santo Domingo  invocan la protección y ayuda del santo cantando 3 veces el mítico  cántico “A San Fermín pedimos por ser nuestro patrón, nos guíe en el encierro dándonos su bendición. ¡Viva San Fermín! ¡Viva!”. Para dar paso, a las 8 de la mañana,  tras el lanzamiento de los cohetes a la apertura de la puerta de los corrales donde las reses han pasado la noche. 

6 toros y dos grupos de cabestros, unos al principio guiando a los toros y otros para recogerlos, recorren 848,6 metros pasando por la Plaza Consistorial, girando después por la calle Mercaderes, para llegar a la calla Estafeta que conduce al callejón de la  Plaza de Toros. 

A lo largo del recorrido hay vallas para que los más atrevidos y curiosos puedan ver el encierro, sitios bastante demandados sobre todo, las vallas del callejón llegando la gente a coger sitio incluso 5 horas antes del encierro. Para que las reses no se extravíen ni se detengan están los pastores vestidos de verde[1]

Por lo general, el recorrido es rápido, un visto y no visto, ya que todo transcurre en poco más de 2 minutos, aunque en alguna ocasión ha durado hasta 30 minutos. 

Una vez terminado el recorrido las reses bravas atraviesan la plaza para entrar en los toriles y posteriormente sueltan las vaquillas para que los mozos las toreen. Unos con mejor suerte que otros, aunque en mi opinión, se aglomera bastante gente en el ruedo, y las vaquillas están más aturdidas que otra cosa.    

Unas fiestas que duran 9 días y que terminan con el “pobre de mí”, y pensando que cada vez queda menos para los próximos "San Fermines". Olé.

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