El programa Erasmus celebra sus bodas de plata
Este año, el programa Erasmus cumple 25 años ofreciendo experiencias únicas. Desde
entonces, más de dos millones y medio de jóvenes han participado en este
programa de intercambio de entre tres a doce meses, en alguno de los 33 países
europeos que forman parte de este proyecto.
Han pasado ya 5 años y medio y a mí me sigue pareciendo que
fue ayer cuando en plenas fiestas de la Virgen de San Lorenzo me despedía de
mis familiares y amigos y hacía las maletas, rumbo a Toulouse (Francia) con mi
beca Erasmus.
No es que fuese la primera vez que salía de casa, ya que durante
años he pasado veranos enteros en el país galo con diferentes familias, y
también estuve un mes en Estados Unidos, pero sí que iba a ser la primera vez
que pasaba tanto tiempo fuera de casa, en concreto 10 meses. Como casi todo el
mundo, iba muy ilusionada y nerviosa ante lo que me iba enfrentar.
Pero todo,
transcurrió con verdadera normalidad. Empecé a descubrir nuevas culturas; a
conocer nuevos amigos; surgían nuevos retos a los que tenía que enfrentarme, ya
que ya no estaban papá y mamá para que resolverlos; mejoré el idioma.
De hecho,
todavía recuerdo cómo me dolía la cabeza al principio tras pasarme todo el día
escuchando y cogiendo apuntes en francés.
Todo ello, sumado a las numerosas
fiestas, cenas y viajes organizados por la asociación Erasmus con el fin de que
nos integráramos más, y vaya si lo hicimos, no nos perdíamos ni una.
En definitiva, a partir de ese momento, como a tantos otros
estudiantes, mi vida iba a sufrir un revés, e iba a planteármela de diferente
manera. No sólo, el hecho de vivir una experiencia única me había vuelto más
independiente, más madura y me había permitido descubrir ciertos rasgos de mi
personalidad, sino que me había abierto la mente y el gusanillo por descubrir y
disfrutar otros lugares europeos.
Un proyecto que dio
paso a otros proyectos. Así que tras acabar la carrera de Periodismo me
especialicé en temas europeos, dando paso a otro programa europeo, el programa Leonardo
da Vinci.
Esta vez en Limoges (Francia). Puede que la ciudad no fuese lo
mejor de mi estancia, pero la experiencia valió la pena, estuve durante tres
meses en un periódico regional, L´Echo. Allí me enfrentaba cada día al duro
reto de escribir y mantener una entrevista en perfecto francés.
Recuerdo que
los comienzos fueron duros, pero merecieron la pena, ya que a día de hoy, puede
que sea una de las experiencias más gratificantes que me han pasado. Ahora, en tan sólo cuatro meses volveré a repetir la experiencia, pero
esta vez en Oldenburg, (Alemania). Me voy con otro programa europeo, el Servicio
de Voluntariado Europeo (SVE). En concreto un año, la temporada más larga que voy
a pasar fuera de mi país.
Por el momento, claro. Dicen que a la tercera va la
vencida así que a ver lo que me depara el futuro…
¿Será mi última aventura
europea?
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