Medio siglo después y el mundo sigue igual, ¡qué lástima! pensaría Mafalda
Sí, estoy
hablando de Mafalda. El personaje creado por el humorista gráfico Joaquín Salvador Lavado, más conocido como Quino.
A través de esta niña de tan sólo 6 años, con el pelo negro como el
carbón, vestida de rojo y con cara infantil, Quino supo llegarnos a través de sus reflexiones adultas sobre la vida y la sociedad que la rodeaba.
Mafalda acompañada de sus amigos Libertad, Miguelito, Guille,
Felipe o Susanita nos han dado mucho que pensar, pese a
que cada uno tenía su propio estilo. Pero quizás, como es lógico, al ser la protagonista, Mafalda es la que se llevaba la palma.
Mafalda era esa niña antisistema, de espíritu rebelde,
inconformista y de marcada personalidad, que se mostraba insatisfecha e impotente cada vez que se relacionaba con
el mundo adulto. Detrás de cosas banales como que no le gustase el fútbol u
odiase la sopa, criticaba temas tan maduros y contemporáneos como son las
guerras y las injusticias; los problemas sociales y económicos; la corrupción o
el medio ambiente.
Representaba la clase media progresista de los
años 60 en Argentina. Sin embargo, todos los temas que tocaba podían extrapolarse al
resto del mundo y a día de hoy podemos decir, que su mirada crítica y su mensaje cobran
más fuerza que nunca. Ya que como relata su creador: “Muchas de las cosas que ella cuestionaba
siguen sin resolverse” en Argentina y en el mundo.
Y es ahí en mi modesta opinión donde radica el éxito de Mafalda. Quino supo transmitir a través de la inocencia y sensibilidad de los niños temas de adultos. Les mostró más coherentes, luchadores y reivindicativos en muchas ocasiones. A la vez que preocupados y decepcionados por los actos de los adultos.
Solo hay que pararse a pensar un poquito en frases tan potentes y con tanto significado dichas por Mafalda y sus amigos como "Lo malo de la gran familia humana es que todos quieren ser el padre", "El problema es que hay más gente interesada que gente interesante" o "Lo ideal sería tener el corazón en el cabeza y el cerebro en el pecho. Así pensaríamos con amor y amaríamos con sabiduría".
En definitiva, pese a que vayan pasando los años, Mafalda y sus amigos fueron, son y serán siempre unos líderes de masas totalmente atemporales.
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