Campo de Voluntariado Internacional en el norte de Italia
La verdad es que
soy de esas personas que no puede parar quieta ni un momento, que necesita acción
y experiencias nuevas cada segundo. De las que opina que hay que vivir el
presente, y no dejar para mañana lo que puedas hacer hoy, ya que igual no hay
mañana. De las que prefiere arriesgar, asumiendo lo que eso conlleva, aunque se
vivan momentos difíciles y salgan las cosas mal.
Por eso,
continuando con la etapa que viví y descubrí el año pasado con mi Servicio de Voluntariado en Alemania, llevo todo el año trabajando como voluntaria en la
ONG De Amicitia, gracias a la cuál además de ayudar, asistir a seminarios y
dedicarme a lo mío, el periodismo, he podido vivir la experiencia de participar
en un Campo de Voluntariado Internacional en el norte de Italia.
En concreto, mi
aventura comenzó el pasado 28 de mayo cuando me trasladé al pequeño pueblecito
de Chiuduno para participar como voluntaria durante 21 días en un festival de
música junto con 12 voluntarios internacionales, provenientes de países tan
remotos como Tailandia, Corea del Sur, China, Méjico, Georgia, Rusia, Escocia, Holanda-Canada o
Francia. Además de los voluntarios italianos, claro.
Este Festival de Música Internacional,
que lleva ya 14 ediciones, está dedicado a los grupos indígenas y étnicos del
planeta, con el fin de que estos pueblos puedan seguir dando testimonio de su
cultura e historia a la población mundial a través de conferencias, danzas,
música, oraciones y productos típicos de sus países.
Además, de apostar por la
reunión y el entendimiento mutuo y la fraternidad entre los pueblos. Este año,
por primera vez, se ha apostado por la protección y preservación de la
naturaleza a través del reciclaje durante todo el festival.
Unos 21 días muy
intensos y sacrificados, ya que hemos trabajado mucho y a veces con mucho
calor. Pero que sin embargo, por mi parte, creo han merecido la pena, ya que
hemos podido convivir con una variedad y riqueza cultural, que de otra forma
hubiese sido imposible.
He podido conocer otra cultura, otro país, practicar
inglés, aprender un poquito de italiano y lo más importante crecer como persona
y aprender a trabajar en equipo y ser una piña en los momentos complicados.
Impresionada
me he quedado de la amabilidad, colorido y espectacularidad del grupo Azteca
llegado de Méjico, de la voz cavernosa de los cantantes y de los sonidos obtenidos
de los instrumentos del grupo mongolí “Jonon”,
de cómo vibraron y saltaron los espectadores ante el famosísimo grupo escocés “Saor Patrol”, o como nos alegró el grupo
“Maoori – Islas Cook” con su
juventud, alegría y ritmo típico de Nueva Zelanda, o la espectacular y perfecta
coreografía al son de la percusión del grupo “Masa Daiko” proveniente de Japón.
Una experiencia única que recomiendo, ya que hay proyectos de todo tipo, relacionados con el medio ambiente, la construcción, los trabajos manuales o con la agricultura, por poner algunos ejemplos. Y en todos ellos estás en contacto con voluntarios de cualquier parte del mundo y lo que eso conlleva, una riqueza cultural impresionante.
Así que, si no tienes planes para este verano, quieres
vivir una experiencia única que además de divertirte, te permita practicar otro idioma,
ayudar en un proyecto y crecer como persona, esta es tu oportunidad.
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